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DIALÉCTICA DEL VAGABUNDEO
¿Qué significa vagabundear por las calles sin un rumbo fijo? ¿Qué implica para el ejercicio del pensamiento recorrer la ciudad recogiendo experiencias visuales, fijarse en las personas que caminan a nuestro lado, abordar un bus, caminar por la acera de una calle sin pisar las divisiones de las losas de cemento, sentarse en una banca de un parque, pasar por una calle oscura o una concurrida, o simplemente dejar pasar el tiempo? En esencia, ¿Qué relación guarda con la dinámica de lo público y lo privado; entre lo censurado y lo aceptado desde las dinámicas de la ciudad?
Hay una memoria de los espacios y los eventos que ocurren en estos escenarios, una memoria que permite recrear el pasado histórico de los lugares que recorremos, casi como si la ciudad nos hablara esperando que los protagonistas del vagabundeo transformen el sueño de estos lugares en unos nuevos. Y es ahí donde entra el ejercicio del arte como acción que, no sólo espera ser significativo por su carácter estético, sino en particular por su carácter dialéctico, creando dinámicas de transformación, legitimando las diferencias sociales, discriminando los elementos de consumo que, tras ser desechados, nos hablan por sí mismos de lo que los contiene, del espacio, y de la ciudad que habitan.
Cada objeto encontrado funciona como una huella y nos sirve de trazado urbano, de cartografía de la ciudad. Además no sólo nos habla del espacio que llegaron a ocupar sino que también nos habla de la persona que lo recoge y por qué lo recoge, cuál fue, en síntesis, su motivación, ya que algo encontrado es de por sí un objeto que fue desechado y despojado de su funcionalidad porque simplemente ya no sirve más.
Así, el ejercicio del vagabundeo funciona como una concepción hermética alejada de lo que nos gustaría evidenciar en un proceso de aprendizaje. Sin embargo, allí es posible encontrar un contenido significativo que conlleva a pensar en estos pasajes desde la concepción de la memoria y del sueño que tenemos acerca de la ciudad. Podríamos hablar del sueño como una concepción determinada que tenemos de algunos espacios de la ciudad, de las calles que recorremos, entre otros, todo esto en función de hallar un valor positivo en el proceso de aprendizaje. Por ejemplo, reflexionar en torno a afirmaciones como “la calle me ha enseñado”, que hacen parte de los nuevos discursos de la juventud de hoy en día.
Hay una especie de expectativa hacia el objeto que nos lleva a pensar en cómo un elemento desechado desea ser vuelto a la vida. Este ejercicio de recoger y resignificar es, en esencia, una labor textual; caminar es escribir, conectar diferentes ideas y espacios a la vez, en aras de desembocar en la evidenciación de un ejercicio de memoria que, a su vez, podría aportar nuevos discursos en la construcción de un lenguaje alternativo para los procesos de aprendizaje en el aula.
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