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El domingo recibí una visita inesperada de dos estudiantes. Estábamos en la pausa del medio día, cuando llegaron a contar su experiencia de haber presentando el examen de admisión de la Universidad Nacional. Sus ojos brillantes auguran triunfo. Comenzaron a contarme su experiencia y varios docentes se nos unieron a escucharla.
El que más habló dijo:
“Le cuento profe que llegué, me senté y… relajado. Le confieso que sí tuve muchos nervios mientras entraba al salón, por la expectativa, pero apenas me senté y me entregaron el examen, ¡a lo mío! Tomé aire y ya.
Comencé por matemáticas, y me pareció que estaba fácil, entonces mejor me fui primero a química para que no me fuera a coger la noche con las respuestas y si viera… ¡estaba más fácil de lo que esperaba! En clase vimos cosas muy complicadas y en el examen preguntaron sobre todo, reacciones; yo era feliz resolviendo las preguntas.
Después seguí con análisis textual. La lectura, larguita y un poco complicada. Un poema que si me puso a pensar, pero las preguntas, bien. O sea, sólo una de figuras literarias y esa me la sabía, las demás había que explicar verso por verso qué significaban. Me demoré un poquito porque yo con la literatura, usted sabe, no me la llevaba bien, hasta que llegué a Formarte. Pero me siento bien, bien, y seguro que estaba muy tranquilo.
Fíjese que en un momento me di cuenta que el compañero me estaba copiando, y a mi me dio fue risa, ¡que pesar! También pude ver a otros que abrían toda la cartilla, y se veían todos embalados buscando por dónde empezar. Yo si me dije: “aquí ya se sabe quién hizo preú, jaja. Qué risa profe”.
En este momento los comentarios de algunos de los docentes lo interrumpieron, pues comentaron acerca de los contenidos de las clases, recordándole que siempre buscamos exigir más y que les aplicamos simulacros y talleres a los cuales nos hacían a veces mala cara, pero que nuestra intención ha sido siempre ponerlos al nivel del examen. El chico mostró media sonrisa y terminó diciendo:
“Pero vea, la verdad, yo les agradezco mucho a todos los profes, porque yo leía el examen y seguro, conocía la forma de las preguntas, sabía manejar la cartilla, comencé por donde me pareció mejor y el tiempo me rindió. Además no me puse nervioso, como la vez pasada, porque vi a otros salir antes que yo, porque, ¿sabe qué? uno aquí aprende que se debe contestar el examen a conciencia, con calma y sin afanes, porque uno tiene el tiempo suficiente. La práctica aquí me sirvió pero demasiado, yo les agradezco mucho y bueno, ahora queda la parte que sí es de nervios: saber el resultado, pero yo estoy muy confiado que me fue bien.”
Su voz y la satisfacción que dibujaban sus palabras se reflejaban en las caras de los docentes que estábamos a su alrededor, creo que les hicimos más preguntas que el mismo examen, tratando de saber cuáles aspectos de nuestras áreas les habían preguntado, para, al final, darles un fuerte estrechón de manos y vaticinar un resultado positivo.
Esos son los momentos que hacen más valiosa nuestra labor docente en Formarte, es cuando sabemos que estamos entregando justamente lo que nuestros estudiantes necesitan: conocimiento y pasión.
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